Si nos abrimos a otra persona, si salimos de nuestro “caparazón de protección” es muy probable que de algún modo nos sintamos abandonadas, rechazadas o traicionadas. Porque por muy atenta y presente que la otra persona esté, no puede llenar los agujeros que llevamos dentro, y que se crearon en la infancia y adolescencia.

Tememos el abandono y el rechazo. 

En el rechazo el mensaje que recibimos es “no quiero estar a tu lado”.

 En el abandono el mensaje es “no puedo estar a tu lado”

Cada uno de ellos nos duele de modos diferentes y despierta diferentes corazas protectoras en nosotr@s.

Nuestros niños internos asustados suelen depositar en las parejas todas las necesidades que nunca fueron satisfechas por papá y mamá. Creen que el amor significa que ahora sí que serán satisfechas y que la otra persona debe hacerlo. Nos relacionamos de adultos como dos niños inconscientes, cada uno con sus miedos, sus necesidades insatisfechas, sus exigencias y expectativas interactuando entre sí. Esos niños no se acercan desde la vulnerabilidad, sino con exigencias.

Estas exigencias y expectativas funcionan como un repelente, que hace que la pareja haga lo contrario a lo que demandamos.

Cuando una pareja nos deja, nuestra niña interior siente que es mamá y papá quienes le abandonan, se han ido y es aterrador. Cuando experimentamos el rechazo se activa nuestra vergüenza y los sentimientos de indignidad.

Cuando comenzamos una pareja,  funcionamos con nuestras mejores intenciones de dar y recibir amor, de compartir, comunicarnos … .Pero dentro hay una niña herida con necesidades de amor y con un mundo de expectativas y miedos escondidos.

 

1-EL MIEDO AL RECHAZO

El rechazo es una herida muy profunda, ya que quien la sufre, se siente rechazado en su interior, y sobre todo, siente rechazo a su derecho a existir. Suele iniciarse con el progenitor del mismo sexo y puede activarse nada más llegar al mundo. Debido a nuestra extrema vulnerabilidad necesitamos sentirnos amadas y cuidadas al nacer, pero no siempre el ambiente que nos rodea es el idóneo. Quizá mamá está triste, o el ambiente es hostil o caótico y nos altera. Somos nosotros en ese caso los que reaccionamos con rechazo instintivo a la vida: llorando mucho porque no me adapto, incluso puede que desarrollemos enfermedades de la piel y problemas respiratorios.

Los padres pueden mostrarnos su rechazo de dos maneras:

  • Rechazo directo: Actuando como padres ausentes, que están ensimismados en su propio mundo quizá porque elaboran un duelo, o prefieren dedicar su energía al mundo laboral, o expresando abiertamente “no te quiero”, “me arruinaste la vida”.
  • Rechazo indirecto: Actuando como padres sobreprotectores. La sobreprotección es una sobre-compensación del sentimiento de rechazo. La culpa hace que haga justo lo contrario: en lugar de no estar, estoy el triple, y con este mensaje inconscientemente se le dice al hijo/a que él/ ella no es capaz de salir al mundo, le da un mensaje de miedo y rechazo. El buen amor nunca es excesivo ni impide abrir las alas y volar.

El ser adoptados, o la muerte de uno de los padres, también puede ser vivido como rechazo.

¿Cómo es mi coraza protectora cuando se activa la herida del rechazo?

No siempre la coraza está activa. Si me siento tranquilo y en mi eje no me la pongo. El escudo aparece cuando vuelvo a sentir algo parecido a lo que sentí con mis padres. (Aunque no me de cuenta de ello)

Si se activa la herida, me comportaré de forma huidiza. Negaré tener ninguna necesidad para evitar sentir el miedo de abrirme a ellas (las necesidades). Evito sentirme vulnerable, con una fantasía de “yo puedo con todo”, no necesito a nadie. Puede que me vuelque en el trabajo, los estudios, la música o las adicciones. Me aíslo y escondo mis sentimientos. El pago de no sentir la vulnerabilidad, es que no puedo sentir el amor.

Con esta herida activa no me siento merecedora de afecto ni de comprensión. Vivo con miedo al mundo y a volver a ser rechazada. Prefiero evadirme para no sentir el dolor por la falta de contacto.

En las relaciones de pareja quizá sea “anti-dependiente”. Tengo miedo de la intimidad, de ser agobiada o exigida por mi pareja y evito el acercamiento. No estoy disponible emocionalmente para los demás porque no estoy emocionalmente disponible para mí misma. Me es complicado acceder a mis sentimientos de vulnerabilidad, y más aún compartirlos, porque hay un temor profundo a que los rechacen o me invadan y pierda mi espacio.

Curiosamente cuando mi pareja no puede soportar más mi rechazo y se va, siento una profunda soledad.

2-MIEDO AL ABANDONO

El abandono emocional es sentirse desprotegida afectivamente. Seguramente han cubierto mis necesidades fisiológicas pero no las emocionales, o fue de manera inconsistente o inadecuada. Al no recibir el apoyo cuando lo necesitaba, no me sentí querida.

Fuimos niñas que crecieron con una sensación de soledad tan grande en nuestro interior, tan grande que, de adultas, nadie consigue llenar.

Como consecuencia, cuando la niña desamparada sea adulta, intentará prevenir el hecho de volver a sufrir el abandono viviendo relaciones de dependencia afectiva. Cuando se active la herida, demandará atención constante de la pareja, hiperactivando ese sistema de apego infantil que nunca pudo desarrollarse con normalidad.

¿Cómo es mi coraza protectora cuando se activa la herida del abandono?

Será una coraza de “dependiente” y de “cuidadora”.
Tengo miedo a la soledad y pavor a sentir de nuevo el rechazo y el abandono, por lo que dedico mi vida a las necesidades y deseos del otro. Tengo poca confianza en mí, por eso creo que si pierdo a mi pareja nunca volveré a encontrar a alguien. No me puedo ni imaginar cómo es vivir sin pareja, por eso aunque sufra, no soy capaz de dejar una relación.

Mi terror es estar sola y que no me amen. Mis esfuerzos por obtener amor pueden llegar a ser desesperados.
Puedo ser una experta en complacer, aceptar lo que el otro necesita y mendigar amor. No tengo límites y me pierdo en el otro. Esta forma intensa de sentir el miedo al abandono, curiosamente es mi manera de no estar presente en mí, en lo que de verdad yo siento.

HAY ESPERANZA…

Todos llevamos dentro un anti dependiente y un dependiente.

Para salir de estos dramas hemos de mirar dentro de nosotr@s en lugar de centrarnos en nuestra pareja y en sus comportamientos.

Los anti dependientes y los dependientes siempre se encuentran, han proyectado en el otro la parte que les falta. Eso es lo que produce la energía de la atracción.

Cada vez que enfrentamos uno de estos dramas podemos actuar o bien desde nuestra niña herida exigente y hacer uso de todas nuestras estrategias (hacer el vacío emocional, dejar de hablarle a nuestra pareja, condenar, manipular, planear una venganza, intentar controlar, suplicar, romper la relación,…) o bien desde nuestra adulta, es decir, ir hacia dentro en lugar de hacia fuera y mantenernos con lo que se haya despertado: quizá tristeza, enojo o desesperación

Podemos aprender que no es necesario, ni útil, actuar de forma automática, con exigencia y reactividad, cada vez que no obtenemos de nuestra pareja o de la vida lo que deseamos o necesitamos.

Nos centramos en el otro, en lo que hace y nos quejamos, nos enfadamos e intentamos cambiarlo, para evitar sentir el dolor del rechazo o el abandono. Nos sentimos abandonadas cuando nuestra pareja no es más cariñosa, más sensible, más responsable, más…y nunca es suficiente.

Eso mismo nos pasa con la vida.

Toda la energía que invierto en intentar cambiar el exterior, en quejarme, manipularlo o controlarlo, es una tapadera para no sentir las heridas de nuestra niña.

Si miro dentro siento mi ansiedad, mi vacío, mi miedo al rechazo y abandono, mi angustia de separación, mi enfado… Pero sólo estando ahí y aceptando lo que hay, es como encuentro la salida.

Hace falta un valor tremendo para sentir las heridas…pero es lo que verdaderamente las cura.

QUÉ PUEDO HACER…?

  1. El primer paso es comprender que mi herida se ha abierto.
  2. Elijo estar con mi herida. Lo más importante es nuestra disposición a estar con la herida. Elegir hacerme responsable de mi dolor.
  3. Observo qué es lo que siento y estoy con ello. Quizá sea ansiedad intensa…o profunda tristeza…Me permito sentirlo…
  4. Acoger lo que haya y abrazar a mi niña, que es quien lo está sintiendo.Lo respiro y estoy con ello

TEN EN CUENTA QUE, esto a veces requiere de ayuda y  puedo buscar a alguien que me acompañe terapéuticamente a estar con ello, a mantenerme presente con esa emoción.

(Fuentes, “Abraza a tu niño interior”V. Cadarso, “Encuentra el hogar para tu niño interior” S. Stahl, El Aula del Yo profundo.)